Biografia
Kovalevskaya, una de las pocas mujeres que nos ha legado la historia de las Matemáticas, tuvo que combatir en dos frentes. Uno, desagradecido, que negaba la presencia de las mujeres en los círculos profesionales, y otro, el gozoso, del puro quehacer matemático, en el que cosechó suficientes éxitos como para pasar a la historia con el título de la "Princesa de la Ciencia".
Sofía Vasilievna Kovalevskaya nació en Moscú el 3 de enero de 1850. Era la menor de las dos hijas de Vasilievich Korvin-Krukovsky, un general de artillería que, tras abandonar el ejército zarista, se convirtió en un rico latifundista. Ambas hermanas, Aniuta y Sofía, recibieron sus primeras lecciones de manos de institutrices. Aniuta mostró una marcada tendencia por la literatura, mientras que Sofía, o Sonia como a ella le gustaba que la llamaran, puso de manifiesto su clara vocación por las Matemáticas, en gran medida estimulada por su tío, Pyotr Vasilievich Krukovsky. En sus frecuentes visitas a la casa del viejo general, Pyotr le explicaba a Sonia los entresijos de la cuadratura del círculo o de la resolución de ecuaciones. Sin embargo, el viejo general Vasilievich, hecho a la antigua usanza, decidió poner fin a las clases de Matemáticas. Pero Sofía, que había escondido una copia del Manual de Álgebra de Bourdeeus, siguió resolviendo ecuaciones por las noches, cuando todos los demás dormían.
En mansiones como en la que había nacido Sonia era usual empapelar las paredes de las habitaciones. Pero el suministro de papel, procedente de Moscú, sufría retrasos considerables, por lo que era costumbre utilizar papel reciclado. Se cuenta que un día Sonia descubrió en la habitación de los niños que tras el papel, que había empezado a despegarse, había parte de una colección de apuntes sobre un curso de cálculo diferencial al que había asistido su tío. Lo estudió con detenimiento y esto fue causa de la sorpresa que, tiempo más tarde, se llevaría su profesor de San Petersburgo al descubrir que Sonia ya se había adelantado a muchas de las cosas que allí se explicaban.
Algún tiempo después de que su padre le prohibiera tomar clases de Matemáticas, un vecino, el profesor Tyrtov, se presentó en la mansión de los Vasilievich para enseñarles un libro de física que había escrito. Sofía lo leyó hasta encontrarse con unas funciones que no entendía y que el autor le explicó de buen grado. Se trataba de funciones trigonométricas. La facilidad con la que Sonia absorbió esos nuevos conceptos asombró a Tyrtov, quien aconsejó encarecidamente a su padre que encaminara a su hija hacia los estudios de Matemáticas, a lo que éste se siguió negando. No accedería a que Sonia siguiera tomando lecciones de Matemáticas hasta varios años después.
Matrimonio blanco
Las aspiraciones, tanto de Sonia como de su hermana, de ampliar estudios se vieron muy limitadas en una sociedad que relegaba a las mujeres al papel de esposas y madres. La única alternativa era salir de Rusia y viajar por Europa, algo impensable para una mujer sola. Este fue el motivo por el que Sonia accedió a un "matrimonio blanco", es decir, un matrimonio de conveniencia que le proporcionara la libertad de movimientos que ella necesitaba. Así, a los 18 años se casó con V. Kovalevsky, un estudiante de geología que llegaría a alcanzar un cierto prestigio como científico. Una vez casados se trasladaron a vivir a Heidelberg, pero al poco tiempo de vivir juntos empezaron a aparecer serias discrepancias entre ellos y acordaron una separación amistosa. A finales de 1870, Sonia se fue a vivir a Berlín. Allí sufrió su primera decepción al encontrarse con que, por el simple hecho de ser mujer, se le cerraban todas las puertas de acceso a la universidad. Acudió entonces a K. Weierstrass (1815-1897), catedrático de Matemáticas de la Universidad de Berlín, quien, a pesar de ser muy reacio a la entrada de mujeres en los círculos universitarios, accedió a darle clases particulares dos veces por semana. En poco tiempo Sonia logró reunir los conocimientos suficientes para publicar tres trabajos que llamaron profundamente la atención de los círculos científicos: Sobre la teoría de ecuaciones en derivadas parciales, Sobre la forma de un anillo de Saturno y Sobre la reducción de una clase de integrales abelianas de tercer rango a integrales elípticas. El primero de ellos le sirvió como tesis doctoral en la Universidad de Gotinga, que le concedió “en ausencia” el título de doctor en julio de 1874. Sin embargo y a pesar de las recomendaciones de su maestro Weierstrass, que ya se había convertido en uno de sus más fervientes defensores, no logró encontrar ningún puesto de trabajo docente que no fuera enseñar las tablas de multiplicar a los escolares. Aquel mismo año Sonia y su marido decidieron volver a Rusia.
Años aciagos
Hacía ya algunos años que el padre de Sonia había cambiado de actitud respecto a sus hijas, pasando del rechazo al apoyo incondicional, estableciéndose así una excelente relación entre ellos que se vio dramáticamente interrumpida por la muerte repentina del general en octubre de 1875 y que sumió en una profunda tristeza a Sonia. Tres años después, el 17 de octubre de 1878 nació su hija, Foufi. Sonia abandonó entonces las Matemáticas para dedicarse exclusivamente a su familia. De esta época datan algunos escritos suyos entre los que se encuentran algunos relatos de ficción, teatro y artículos de divulgación científica. No fue hasta seis años después que Sofía volvió a sentir la llamada de las Matemáticas. Presentó un trabajo en un congreso sobre integrales abelianas que tuvo una muy buena acogida y decidió volver a Berlín, de nuevo junto a Weierstrass. No llevaba allí mucho tiempo cuando le llegó la noticia de la muerte de su marido, que se había suicidado, después de ver cómo se habían derrumbado uno tras otro todos sus proyectos. Sonia, sumida en la depresión, se planteó también acabar con su vida, pero animada por su maestro superó la crisis dedicándose de nuevo en cuerpo y alma a las Matemáticas.
El reconocimiento
1883 fue el año en que cambió la suerte de Sofía Kovalevskaya. Gosta Mittag-Leffler (1846-1927), matemático sueco que también había sido discípulo de Weierstrass, le invitó a dar clases en la Universidad de Estocolmo. Al cabo de dos años publicó su primer trabajo sobre cristales, y en 1885, fue designada catedrática de mecánica. Fueron años felices en los que Sonia tuvo un amplio reconocimiento en los ámbitos sociales, aunque no se le permitió asistir a las clases de la Universidad de Berlín, ni siquiera en calidad de oyente, por el mero hecho de ser mujer. En 1888 recogió, ante una gran asistencia, el premio Bordin, que le había concedido la Academia de Ciencias de París por su trabajo Sobre la rotación de un sólido pesado. Dos años después sería elegida miembro de la Academia de Ciencias de San Petersburgo. Además de su labor científica, Sonia escribió unas memorias de su infancia, una novela, titulada El catedrático no titular, y se comprometió también en luchas sociales, especialmente en la lucha por la igualdad de derechos de la mujer. Un 29 de enero, a la edad de 41 años, murió a causa de un fuerte constipado que contrajo a su regreso de un viaje por Italia.
A la inteligencia y la seriedad de Sonia Kovalevskaya se añadía también una deslumbrante belleza. Era proverbial el sombrero con el que acudía a sus entrevistas y con el que se tapaba parcialmente sus grandes ojos verdes. El renombrado químico Bunsen escribió a Weierstrass: “Es una mujer que me ha hecho renegar de mis propias palabras. Que no se quite el sombrero, porque sin él es muy peligrosa”.